Las Manos
Eduardo Lovera 18/05/2011
Taller de Canto Colectivo
Taller de Canto Colectivo
Valeria lee con énfasis de narradora, los textos sobre el método de Fedora Aberastury. “Relajarse no es abandonarse” “Los pensamientos no son suprimidos sino que se los deja pasar”.
Jeannine nos va diciendo la consigna del trabajo. Comienzo tenso. Tuve un día con mucha información, algunos temas no estaban cerrados en mi mente, me olvidaba de algo, me preocupaba otra cosa…
De a poco comienzo a entrar, la primera palabra que debemos articular en el pensamiento consciente es “soltar”. Me cuesta pero insisto en darle lugar. Los pensamientos mecánicos siguen apareciendo y por momentos toman el control.
Aparece la consigna de “abrir el espacio cerebro”. Aunque ya lo he escuchado y lo charlamos en otras clases, no deja de intrigarme su significado profundo. Algo que seguramente no descubriré si no lo experimento. Entonces me entrego a esa experiencia y trato de dejar los prejuicios atrás.
La consigna se centra por un momento en la lengua, que no puedo soltar sin que se desarme sobre mi garganta obstruyendo el paso del aire. Siempre me costó esto. Por momentos me frustro, pero sigo adelante. Insisto en encontrar la forma de hacerlo a mi manera.
Luego vienen los dedos. Abrir las articulaciones, centrar el pensamiento en abrir en el pulgar de la mano izquierda primero y luego continuar, dedo por dedo, alternando las manos, hasta abarcar los diez.
En ese momento comienza a aparecer algo de fluidez, los pensamientos pueden pasar de largo y yo estoy en la mía, con mis dedos, moviendo el cuerpo con más intensidad y energía que la que percibo alrededor.
Dedo por dedo dejo que se abra su espacio, que crezca y que se proyecte su longitud y su volumen. Los refriego por el piso por el aire y por mi cuerpo. Y es en ese momento donde todo ocurre.
Los dedos toman el control, y de alguna manera, mientras mis ojos están cerrados, aprovechan para crecer de una manera desmesurada.
Mis manos atraviesan ahora un estado edmundoriveriano en el que están algo desproporcionadas pero aún se mantienen dentro de una escala humana.
A partir de esto comienzo a sentir su expansión, ya sin límites. Por un momento mi impulso es aprovechar para hacer lo que no hago nunca: teniendo tal base de apoyo ¿cómo no voy a poder caminar sobre mis manos? Sería una vertical algo payasezca y divertida, casi sin esfuerzo y sin necesidad de mucho equilibrio. Pero no veo a mis compañeros, aún mantengo mis ojos cerrados y los imagino como pequeños liliputienses aplastados por un torpe Gulliver de manos gigantes. Las hormigas ya no me preocupan. Ellas sabrán escapar por entre las grietas enormes de las huellas dactilares. Pero mis compañeros podrían expirar bajo un simple cayo o la pesada panza de la primera falange del dedo mayor.
Sigo con los ojos cerrados y la ilusión gigante persiste un tiempo más. La quiero prolongar todo lo posible. La voz de Jeaninne va indicando el final del ejercicio. Decido abrir los ojos pero no miro para abajo. No quiero destruir esa imagen. Salgo a tomar agua. En eso sale Marton y gesticulo orgulloso ante él agitándolas para que lo note: “tengo manos enormes”. Sé que ya no son tan gigantes como minutos atrás, pero me quedo pensando en si él no debería haberse sorprendido de su tamaño fuera de lo común… La próxima clase me llevo la cinta métrica me llevo…